Si una actividad ha caracterizado a nuestra región desde sus más remotos orígenes, ésta ha sido la agricultura. La tierra genera algo tan básico como es el alimento y el trabajo, convertidos ambos en fuente de riqueza y en oportunidad de abastecimiento imprescindible que propicia el asentamiento de los pueblos en un lugar. De hecho, nadie duda de que la fertilidad de la tierra ha sido nuestro mayor tesoro, atrayendo civilizaciones que han ido colonizando el territorio, ampliando las superficies cultivables y poblándolas al albur de las periódicas cosechas con las que nuestra sociedad ha ido creciendo, en todos los sentidos, desde las más lejanas épocas.

A la par que el cultivo, la recolección y el comercio de excedentes se fueron convirtiendo en hábito y motor económico de la Vega del Segura, la actividad agrícola ha ido modelando también nuestro paisaje, dejando su impronta en la piel rural y urbana de un ámbito en el que la casa siempre fue una prolongación del huerto, o el huerto de la casa. Y de todos los elementos que ha dibujado en ella, a modo de arterias vertebradoras de ese inmenso organismo territorial encajado entre sierras y surcado por el Segura, mención especial merecen sin duda las amplísimas y complejas redes de riego que lo nutren. Éste ha sido y sigue siendo el sistema que hace que el milagro se siga produciendo, todavía hoy.

Acueducto romano
Acueducto romano

Conocer y estudiar tales sistemas, esos que han dado vida a una zona donde la vida en sí misma ha girado precisamente en torno a la agricultura, se convierte por tanto en fuente de conocimiento de la historia local. En torno a ellos se han configurado caminos y trazados urbanos, también han condicionado los tipos de cultivo, se han ligado a unas costumbres, han funcionado incluso como abastecedores de agua para el consumo de los pobladores, e incluso su régimen de uso ha constituido muchas veces el más inquebrantable y secular código jurídico para todos aquellos a los que sus caudales daban servicio.

Centrándonos en el término de Beniaján, que por su ubicación geográfica tiene tanto de montaraz como de huertano, no sólo encontramos numerosos tramos de la red de canales de origen árabe que distribuyen las aguas del río por todo el valle (dando su nombre además a una de las más importantes acequias). También cuenta con aquella que se aprovecha desde épocas mucho más antiguas, procedente de las ramblas que bajan del Puerto del Garruchal y montes aledaños en tiempo de avenida; o la de manantiales serranos, los mismos que favorecieron los más remotos asentamientos humanos en sus inmediaciones. Por tanto, es amplio y diverso el abanico que puede ofrecer esta pedanía en concreto dentro de la generalidad común de toda la comarca; y así, conociendo lo que ocurre en el territorio de Beniaján a través de sus distintas redes de riego, fácilmente podremos entender por extensión lo que sucede en cualquier otra localidad de huerta, campo o montaña de nuestro entorno.

Calle Brazal del Merlo

En ello andamos desde el pasado 12 de enero, “Conociendo Beniaján a través de sus redes de riego” (que así se denomina precisamente la actividad), reuniéndose durante este trimestre semanalmente un nutrido grupo de trabajo en el Centro Cultural de la localidad dispuesto a investigar sobre el terreno todo cuando se pueda acerca del tema. Algunos de sus miembros parten además de la experiencia desarrollada en este mismo centro durante el curso 2013/2014, con un taller anual en el que estudiamos de forma general distintos aspectos relacionados con el territorio, la historia y la evolución urbana del lugar. Entonces abarcamos desde las características del paisaje o el trazado de los caminos que lo recorren, hasta los distintos asentamientos que ha tenido la población, el crecimiento del casco urbano y sus barriadas, o la singularidad de algunos de sus edificios. También se abordaron, aunque de forma somera, las redes de riego y abastecimiento de agua, confirmándose todos ellos como elementos verdaderamente fundamentales y decisivos en el desarrollo de Beniaján como población estable.

Hemos emprendido ahora, por tanto, una tarea que busca profundizar, conocer mejor y revalorizar a nivel local toda esta riqueza patrimonial relacionada con el agua. Sorprendentemente, pasa desapercibida para muchos (sobre todo los más jóvenes) a pesar de formar parte de nuestro panorama más cotidiano, por lo que también habrá que pensar en cómo darle difusión de la forma que corresponda. Porque, de alguna manera y aunque sea a pequeñas gotas, con ello estaremos regando de conocimientos la tierra fértil de nuestra realidad presente, muchas veces sedienta de cultura… convencidos de que el esfuerzo acabará dando sus frutos en el futuro.

 Gabriel Nicolás es arquitecto y profesor de recuperación de Patrimonio en CXC